La economía gallega marcha razonablemente bien, en opinión de los expertos. No es que Galicia sea Irlanda o Islandia, que efectivamente no lo es, pero algunos detalles indican y anuncian un giro, cada vez más pronunciado, en la política económica de la Xunta hacia los países nórdicos. El modelo escandinavo es el modelo de referencia de los nuevos gobernantes autonómicos y, además, da la impresión de que en este caso se da un alto grado de coincidencia entre socialistas y nacionalistas al valorarlo como la opción política más adecuada.
Una tasa de paro ligeramente por encima del siete por ciento y casi un punto por debajo de la media española, era un dato impensable hace un par de años. De aquella las proyecciones más optimistas situaban en el horizonte del 2010 un desempleo del ocho por ciento de la población activa gallega. Ahora las previsiones no descartan tasas entre 5 y el 6 por ciento, muy próximas a lo que se admite como pleno empleo, en el 2008 para el conjunto de España. Son las cifras que barajan en La Moncloa, pese a la grandes reticencias del superministro Pedro Solbes, partidario de dibujar peores escenarios.
Pero una cosa es la cantidad y otra la calidad del empleo que se está generando. Hay bolsas, con la suficiente entidad como para ser investigadas, en las que los vínculos laborales son disfrazados mediante contratos mercantiles absolutamente leoninos, y que funcionan con arreglo a un mecanismo piramidal. En consecuencia, los perjudicados constituyen una legión, mientras que los beneficiados son unos pocos.
La apuesta del Gobierno gallego por un modelo de crecimiento vinculado al capital humano y la renovación tecnológica, que den como resultado incrementos significativos de la productividad y la competitividad de los bienes y servicios producidos por las empresas, requiere un tiempo para implantarse y empezar a percibir sus frutos. De hecho, las últimas estadísticas de la Unión Europea, todavía no publicadas, sobre uso de Internet marcan un salto hacia adelante muy apreciable de la sociedad gallega, con efectos positivos a medio plazo en el tejido industrial y en la calidad del empleo.
Pese a las deficiencias señaladas, la dismunición del paro aligera las cargas de las familias y reduce los efectos negativos del aumento de los precios. La reducción de la inflación, respecto al anterior ejercicio y al presente, ayudará también a amortiguar los efectos de la subida de los tipos de interés sobre las hipotecas y a suavizar el aumento de las tasas e impuestos indirectos en servicios básicos como el gas y la electricidad.
El conselleiro de Economía, Fernández Antonio, apunta que no hay razones para suponer que 2007 será peor que 2006 para las familias. En efecto, si el clima de confianza empresarial persiste y el PIB gallego continúa creciendo por encima de la media española, el paro seguirá cayendo y los ingresos de las familias aumentarán.
Tan importante como lo anterior será que el nuevo modelo empiece a consolidarse en su doble cometido de crecer a mayor ritmo y satisfacer las demandas ciudadanas de bienestar social. Presumiblemente, la sanidad se convertirá en uno de los puntos clave para evaluar la gestión del Gobierno Touriño en 2007; el otro, ya lo apuntábamos, será el empleo y la calidad del mismo.
Fuente:http://www.elcorreogallego.es/index.php?option=com_content&task=blogsection&id=7&Itemid=10&idMenu=51&idNoticia=109121
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