sábado, 2 de junio de 2007

14 Kilómetros y 1.200 euros de diferencia

SI USTED no sabe el significado exacto de la palabra de moda, «deslocalización», lea cuál era la situación en las factorías de Delphi en Puerto Real y Tánger. Nada tienen que ver en sueldos ni en derechos laborales. Ni el despido los ha igualado

Amina no lo entiende. «¿Indemnización por despido?, ¿pero eso qué es?». Su compañero Mokhtar intenta ayudarle. «Que si te han dado dinero cuando te despidieron de Delphi, como pasa en Europa». Ella mira sorprendida al resto de sus amigos como si fuera la primera vez que oye algo así. «¿Que te dan dinero cuando el patrón te despide? A mí ni un dirham. Un día salí de trabajar, al volver el día siguiente me dijeron que ya no trabajaba allí y no me dejaron entrar, después de gastar ocho años de mi vida entre aquellas paredes todavía estoy esperando una explicación».

Amina, como otros 450 trabajadores de Delphi Tánger (unos 600 según los dirigentes sindicales) han sido despedidos de la misma forma desde el pasado mes de diciembre de la planta de cableado que la multinacional norteamericana tiene en Marruecos. Al mismo tiempo, desde la orilla española del Estrecho, los 1.600 empleados de la factoría de Delphi Puerto Real hacen cálculos de cuánto podrán recibir de indemnización ante el cierre patronal anunciado y que todos en la Bahía de Cádiz no dudan en que se materialice en las próximas semanas.

Los despidos en Delphi Tánger llegaron días antes de las Fiestas del Cordero (diciembre), fechas en las que las familias tienen más gastos extras. «Todo empezó cuando nos organizamos para pedir a la empresa una nómina detallada cada mes, en la que nos desglosara con detalle nuestro mísero sueldo mensual de poco más de 150 euros», explica Mokhtar, que se puso al frente de este improvisado sindicato. «Al solicitar, además, que las horas extra nos las pagaran al doble de las otras, fuimos a denunciarlo a la Inspección de Trabajo y al poco comenzaron los despidos».

Son los secretos a voces de la traída y llevada deslocalización. Domingo, Jesús y Nicolás, de la plantilla de Puerto Real, ven en la conducta sin escrúpulos de la multinacional el motivo de su huida del la Bahía de Cádiz. «Estas empresas siempre hacen lo mismo», comenta Nicolás, «llegan a una zona que necesita desarrollo como era la Bahía en los 80 y aprovechan las ayudas oficiales, les regalan suelos, y los sueldos son más bajos que de donde vienen. Están 25 o 30 años y se van de nuevo en busca de lo mismo en otros países en vías de desarrollo».

Nadie mejor que Domingo para saber lo que se dice. Ya trabajó en la preparación de los terrenos y la construcción de las plantas de Puerto Real. Aún recuerda cuando llegaron las máquinas, usadas, procedentes de otra planta de los EEUU. «Entonces comenzó ya la deslocalización», comenta, «aquí empezaron con sueldos muy buenos para aquellos años, pero hoy ya no son gran cosa. Nos han exprimido y ahora dejan a una plantilla mayor y sin futuro en una zona sin industria». Su compañero Jesús lo confirma. «La mayoría estamos tocados, física y mentalmente, con lesiones por estar casi ocho horas haciendo lo mismo en una cadena de producción. ¡Qué empresa va a querer a un tío de 45 años y tocado!».

En Delphi Tánger las cosas son aún peor. A los problemas que citan los trabajadores españoles, se suman situaciones impensables en nuestro país. «No tenemos vacaciones pagadas como en España», denuncia Mohamed, «Delphi aquí nos ofrece el paro técnico. Consiste en que cuando la producción necesita bajar su ritmo nos envían a casa con una paga de unos 50 euros al mes y esto puede alargarse dos o tres meses... Pero no creas que puedes irte de viaje, no, tenemos que presentarnos dos o tres veces a la semana en la empresa para demostrar que no estamos trabajando para otros y que estamos disponibles».

Las mujeres, algo más de un tercio de la plantilla tangerina, sufren además un acoso sexual generalizado y constante de los capataces, según denuncia Amina. Dice la mujer que ha pasado sus ocho años en Delphi con una continua sensación de miedo e inseguridad. Sin trabajo desde diciembre y sin posibilidades de encontrar «algo digno», no piensa volver a su Fez natal. «Ahora sólo pienso en pasar a España, es la única salida que me han dejado, allí no puedo estar peor que aquí».

De momento el salto tendrá que esperar. Para apagar las movilizaciones que se produjeron pidiendo la readmisión a las puertas de la factoría marroquí, Delphi denunció a los concentrados por daños en el interior de la planta y ahora se enfrentan a un proceso judicial que les puede traer multas de varios años de sueldo o el paso por la cárcel.

EL CAPATAZ

Mokhtar denuncia que los descansos, entre los turnos de 12 horas de trabajo, algunas veces no llegan a las ocho horas. «Si eres protestón o tienes el mínimo problema con el capataz, él te cambia de turno. Así que mientras sales y vas a casa tienes que volver en 5 o 6 horas y el descanso entre un día y otro no llega a 5 horas de sueño». Para Mohamed éste fue el motivo de uno de sus castigos. «Me tuvieron tres meses trabajando 12 horas al día sin poder librar, era para volverse loco. Le dije al capataz que me tomaba libre el domingo próximo y esto me trajo una multa en mi sueldo y un expediente».

A pesar de los despidos y del proceso judicial pendiente, los ya ex empleados de Delphi siguen sufriendo el acoso de la empresa. Mokhtar tuvo que presentar los certificados originales de sus estudios como licenciado en letras y ahora no se los devuelven, a pesar de reclamarlos por varios medios a la empresa. «Mira el Código de Trabajo de Marruecos. Tiene 598 artículos. Delphi no cumple ni uno», dice contundente. Él comparte piso con otros compañeros de trabajo, pero lleva tres meses sin poder pagar el alquiler. Al enterarse de que sus colegas de Puerto Real amenazan con una huelga de hambre para protestar por el cierre de la factoría, Mokhtar sentencia con resignación. «A nosotros nos han obligado a una huelga de hambre técnica, no tenemos futuro, ser un despedido de Delphi aquí supone que nadie te contrate cuando ve tu currículo».

Cuando el cierre de Delphi Puerto Real se consume, sus trabajadores tendrán dos años de paro y una indemnización más o menos generosa dependiendo de la capacidad de negociación de sindicatos y administración. Entre los despedidos en Tánger algunos han descubierto que ni siquiera Delphi ha realizado las cotizaciones a la CMR (caja marroquí de pensiones), según les obliga la ley. Ésta fue la sorpresa que se llevó Mohamed, «al ser despedido fui a que me diera un certificado de las cotizaciones de mi empresa a la CMR y después de varios días me confirmaron que Delphi nunca me dio de alta. Tampoco estos años han servido para mi jubilación».

En Puerto Real la mayoría de los empleados están casados y han formado una familia. En Tánger es muy extraño encontrar a un empleado de Delphi casado. «¿Tú crees que con estos horarios y con este sueldo puedes casarte?», cuestiona Amina.

Mokhtar tiene grabadas en su corazón las palabras que un día les gritó el responsable de recursos humanos de Delphi Tánger a un grupo de trabajadores: «Sois esclavos y tenéis que obedecer como lo que sois».

http://www.solidaridad.net/noticias.php?not=4572

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