domingo, 22 de noviembre de 2009

El crédito que no llega

Los 105 trabajadores de Alogarsa todavía no han cobrado la nómina de este mes. Sus propietarios no disponen de liquidez para pagar los salarios a pesar de los beneficios de la compañía, de que la buena marcha del negocio hizo que en el último año aumentara la plantilla en 35 personas y de que las subvenciones que recibe de la Junta de Castilla-La Mancha por emplear a discapacitados nunca han fallado. Todos estos factores no han impedido que la tesorería de esta empresa toledana esté temblando a causa de la negativa a renovar las líneas de crédito por parte de bancos y cajas. Justo las mismas entidades que hasta hace un par de años no ponían ningún problema para dar financiación a raudales.

"Hemos recibido una subvención cercana a los 400.000 euros. Con este dinero deberíamos haber pagado nóminas y haber sufragado unas inversiones en las que nos habíamos metido. Antes, cuando nos concedían una ayuda oficial, bastaba con que mostráramos al banco el documento que lo acreditaba para que nos hiciera un descuento, pero ahora se niegan en redondo". Lo cuenta Fernando Alonso-Rodríguez, dueño de este centro especial de empleo en el que el 97% de los trabajadores tienen una discapacidad. Las palabras de Alonso-Rodríguez se ajustan como un guante al discurso que llevan meses desplegando los empresarios, sobre todo los pequeños y medianos, sobre una banca que les ahoga hasta convertir en irrespirables estos días de crisis.

Cada día, 500 autónomos españoles pierden su trabajo. Cada semana, unas 4.000 pequeñas empresas echan la persiana. Al menos eso es lo que dicen las asociaciones de autónomos. Y apuntan directamente a las entidades financieras como principales culpables, por cerrar el grifo del crédito. "Hemos pasado de ser el mejor cliente para bancos y cajas de ahorros a convertirnos en un problema que no saben cómo quitarse de encima. Los autónomos pedimos de media entre 30.000 y 40.000 euros en líneas de crédito a corto o medio plazo. Ahora no se renuevan y eso genera nóminas sin pagar y una cadena interminable de morosidad", comenta Sebastián Reyna, presidente de la Unión de Profesionales y Trabajadores Autónomos.

No es que a todos se les deniegue el crédito, sino que se les limita la financiación al aplicar una receta de tres ingredientes: encarecer los préstamos, recortar su importe y aumentar las garantías. Éstas son las principales quejas de quienes acuden a las ventanillas de bancos y cajas a por dinero. Y son ciertas, al menos en parte. Lo reconocen los portavoces de las propias entidades. "El riesgo de impago es mayor y lo prudente es cobrar más esa prima para hacer frente a la posible morosidad", comenta un alto ejecutivo bancario.

Las entidades se refugian -quizá para evitar cargar con todas las culpas- en las indicaciones del Banco de España. El supervisor les exige extremar la prudencia, es decir, dar dinero sólo a los proyectos viables y a quienes lo pueden devolver. Lo que no dicen es por qué bancos y cajas no hicieron caso a las continuas peticiones de los últimos gobernadores del Banco de España, que desde 2004 advertían del riesgo que suponía dar créditos por más del 100% del valor de un piso a precios mínimos.

Precisamente ése es el pasado que ha propiciado la crisis presente. Ahora ha llegado la sobrerreacción. Lorenzo Amor, presidente de la Asociación de Trabajadores Autónomos (ATA), comenta que los tipos de interés de los créditos han pasado del 7% al 10% en los últimos meses. Las estadísticas del Banco de España no reflejan una subida tan fuerte, pero sí indican que los tipos de los préstamos están en niveles altos. A la vez, se están estrechando los márgenes del negocio de los empresarios, lo que complica extremadamente la situación. Más costes financieros y menos ingresos. Mala ecuación.

Una buena muestra del descontento empresarial es la encuesta mensual sobre financiación que elabora el Consejo de Cámaras de Comercio desde el pasado enero. Este informe arroja una aplastante mayoría de pymes molestas con sus prestamistas. El 84% de las consultadas, lo que supone más de 1,1 millones de negocios, declaró haber tenido problemas para acceder a financiación externa en septiembre. El pico del descontento se tocó en abril, cuando este porcentaje llegó al 89%. De los que declaraban tener problemas, el 13% -es decir, 128.000 establecimientos- se quedó sin ningún tipo de financiación.

Pero las empresas no se quejan sólo de que el flujo de dinero haya caído. Cuatro de cada diez notan cómo se ha ido dilatando el plazo que tenían las entidades financieras para responder a sus peticiones y dos de cada tres considera que se ha encarecido el coste de la financiación. El mismo porcentaje afirma que han aumentado las exigencias de garantías y avales por parte de bancos y cajas.

"Lo más sangrante es que la mayor parte de estas peticiones tratan de financiar circulante, es decir, que buscan fondos para mantener el día a día de la empresa, no para grandes inversiones nuevas", dice Raúl Mínguez, analista de las Cámaras de Comercio. "Ese 13% que no consigue la financiación externa tiene que recurrir a otras fuentes, como el ICO, las sociedades de garantía recíproca o, en muchos casos, los socios acaban teniendo que aportar más capital", explica. Éste es el caso de Benjamín Martín, que ha tenido que aportar 180.000 euros de su patrimonio para salvar la asfixia financiera que sufrían sus dos empresas situadas en el municipio madrileño de Humanes, una dedicada a la venta de material eléctrico y la otra, a las instalaciones eléctricas y la climatización. "Entre Humelec y Promonel facturamos 1.700 millones de pesetas [casi 10 millones de euros]. Y hablo en pesetas porque con el euro no me aclaro, y además estoy en contra de esa moneda", comenta entre risas.

"Por ahora no hemos tenido que devolver ni una letra a un proveedor, ni se ha retenido el pago de una nómina, pero sólo gracias a que he puesto dinero de mi bolsillo. Quince días antes de que venciera una línea de crédito nos llamaban del banco para decir que nos la bajaban un 25% o un 30%. Y no podíamos hacer nada. Para poder trabajar, los bancos piden garantías que triplican el valor de lo que te prestan, suben los intereses y te generan una situación de frustración tremenda", se queja Martín, que lleva casi 30 años al frente del negocio. "Aunque es un consuelo ver que en los últimos meses los bancos se han calmado un poquito", añade.

"Los directores de sucursales no tienen ahora el más mínimo poder. Antes podían decidir sobre operaciones de hasta 100.000 euros aproximadamente, pero ahora todo lo manejan los gestores de riesgos de las centrales. Los trámites que antes se hacían en tres o cuatro días a través del director de la sucursal se alargan hasta un mínimo de mes y medio, y esto no hay nadie que lo resista", comenta Alonso-Rodríguez, el dueño de Alogarsa, la compañía que emplea a discapacitados preparando cestas de Navidad o las bolsitas de comida que se reparten en los aviones de Iberia.

La pérdida del factor humano en la evaluación del riesgo se debe a que en el último año las entidades han afinado al máximo las máquinas que prejuzgan si se puede dar un crédito a un cliente. En el sector se denomina scoring de riesgo. Son implacables, como demuestra el caso de José María Ferrero, empresario yesista en León. El Santander le había preconcedido un préstamo por 16.000 euros, pero mientras realizaba los trámites tuvo un descubierto de 84 euros porque le pasaron al cobro unos seguros con los que no contaba. Saltaron las alarmas en la máquina de scoring y fue imposible conseguir el crédito, pese a que era cliente desde hace tiempo de esta entidad.

Aquellos 84 euros le convirtieron en un potencial moroso. El Santander exigió el aval de una persona empleada fija. "Por desgracia, nadie de mi familia cumple ese requisito ahora porque tienen trabajos temporales", comenta Ferrero. Peregrinó por Caja España ("sólo daban créditos a los clientes de toda la vida"), por Caja Madrid ("mi declaración de la renta era demasiado baja") y por otras entidades hasta que se le ha abierto el cielo con La Caixa, que estudia concederle el préstamo.

Lo que le ha ocurrido a Ferrero sucede en otras entidades, que también recortan el importe de los créditos y acortan los plazos. En el fondo, la estrategia es la misma: aminorar el riesgo. Pero quizá el mayor problema está en la elevación de garantías y avales, que es una barrera casi insalvable para pequeños empresarios. "El drama de muchos autónomos es que han garantizado créditos con su vivienda y si dejan de pagar, pueden perder el negocio y su casa", apuntan desde la ATA.

Pero no son sólo los empresarios. Hace meses que sobre los tradicionalmente intocables banqueros llueven las críticas. Al carro se han apuntado, de una manera más o menos velada, los políticos, que achacan a la banca su falta de compromiso para reanimar una economía en estado de coma. "También pienso pedir, con toda mi fuerza y mi convicción, el apoyo a los bancos, a los que he respaldado como todos los gobiernos para su estabilidad. Éste no es el momento de grandes beneficios, éste es el momento de apoyar el crédito y la financiación de las empresas y de las familias en nuestro país", clamó el presidente del Gobierno en un mitin en Lugo ante 5.000 personas el pasado mes de febrero. Al día siguiente, ya alejado de las multitudes y de los militantes, José Luis Rodríguez Zapatero reiteró el mismo mensaje a los mandamases de las finanzas españolas.

Sin embargo, la situación no ha mejorado, como reconoció el viernes pasado el director de la Oficina Económica del Presidente del Gobierno, Javier Vallés, quien admitió que la restricción crediticia en España es "todavía muy severa" y defendió que el Gobierno ha trabajado para canalizar crédito a empresas y familias solventes. Subrayó que es un objetivo "muy ambicioso", entre otras razones por la fuerte necesidad de desapalancamiento y reestructuración que han de llevar a cabo alguno

Publicado en: http://www.elpais.com/articulo/primer/plano/credito/llega/elpepueconeg/2009 1122elpneglse_2/Tes

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